Nunca debiera haber sucedido

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Juan Ángel GonzaloHola, me llamo Juan, lo que voy a relataros es una de las mayores catástrofes en la que me vi involucrado. Me ha costado mucho rememorar los hechos, la mente que es muy sabia, había enquistado mis recuerdos de aquel lamentable suceso.

Había terminado 4º de Medicina y empezaba 5º, mi segundo año fuera de casa. Aquel día, 11 de diciembre de 1987, tres etarras aparcaron junto la casa cuartel de la Guardia Civil un coche cargado con 50 kilos de explosivo. Dentro de esta casa cuartel había una residencia de estudiantes para hijos del Cuerpo y además viviendas para guardias civiles y sus familias. Como resultado de la explosión, que provocó el derrumbamiento del edificio anexo a la residencia, fallecieron 11 personas, de entre ellas varios niños y 36 resultaron heridas.

Era por la mañana temprano, yo que solía madrugar, tenía en mi taquilla una nota para despertar a mis compañeros; no hizo falta, nos despertamos por el fuerte estruendo, había explotado una bomba.

Nuestra habitación, donde dormíamos cuatro compañeros, estaba llena de polvo, las ventanas estaban arrancadas de cuajo, la escayola del techo descolgada y por el suelo, las paredes agrietadas, no había luz, se oían voces, lloros, gritos y lamentos. No sabíamos que era lo que ocurría, debajo de nuestra habitación estaba la cocina, pensábamos que sería una explosión de gas.

Enseguida nos dijeron que nos pusiésemos algo de abrigo y bajásemos rápidamente, que existía riesgo de derrumbe. Nos pusimos las zapatillas y la bata, y nos fuimos de la habitación. Los baños estaban destrozados, las escaleras con grietas en las paredes y en el suelo al bajar al patio faltaba el edificio del cuarto de puertas, por donde todas las mañanas lo atravesábamos para ir a la Facultad, todo era escombros.

Había guardias registrando los escombros, a los estudiantes nos sacaron a la avenida Cataluña, allí los vecinos de los edificios cercanos nos fueron llevando en pequeños grupos a sus casas para que pudiésemos llamar a nuestras familias para decirles que nos encontrábamos con vida. Aún no sabíamos exactamente que es lo que había pasado en realidad; se hablaba de un posible atentado, comenzaban a venir muchos coches oficiales de la Guardia Civil, fuerzas de orden público, bomberos y ambulancias.

Yo llamé a mis padres, les dije que no se preocupasen que no estaba herido y que más tarde ya les llamaría con más tranquilidad. No se me ocurrió llamar a mis parientes de Zaragoza.

Me fui con un grupo de guardias y estudiantes al hospital de la MAZ a donar sangre. Cuando regresé al cuartel estaban mis parientes y mi padre buscándome. En un primer momento mi padre pensó que habría sido un pequeño artefacto, pero cuando en las noticias hablaron de varios muertos, no se quedó tranquilo y vino a buscarme.

Nos dejaron entrar en pequeños grupos a buscar nuestras pertenencias, las recogí y le dije a mi padre que se volviese para casa. Allí se encontraban los grupos de rescate y las asistencias sanitarias, no hacían falta más manos, mis compañeros y yo nos fuimos unos a sus casas otros a la rutina.

Yo me fui a mi universidad, todos mis compañeros me preguntaban que es lo que había pasado, la noticia de una bomba era conocida; en mi cabeza hay un vacío temporal, terminé mis clases, cogí el autobús y me fui a casa.

A veces pienso: ¿podría haber hecho algo más?

No he querido nunca pasar por esa avenida, he pasado muchas temporadas en Zaragoza, pero siempre he evitado volver. Quisiera aprovechar para darles las gracias a todas esas familias vecinas que nos dejaron llamar por teléfono ya que todos los estudiantes éramos de fuera de Zaragoza y fueron las primeras noticias que tuvieron nuestras.

Nunca debiera haber sucedido.

Cuando me enfrento a las catástrofes, inconscientemente, intento siempre delimitar una zona caliente, donde está el suceso y una zona de evacuación donde envío a los ilesos y los heridos leves. No ayuda en nada que sigan en la zona caliente. Algunos compañeros de urgencias no entienden porque evacúo antes a los leves y después llegan los graves; es obvio, por lo dicho y, además, a los graves hay que estabilizarlos antes de evacuarlos.

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