Galicia, verano de 2006

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Los incendios forestales y las posteriores lluvias acaecidas en Galicia el año pasado, forman ya parte del correlato biográfico de la sociedad gallega. Haciendo memoria, de forma exclusivamente visual y con la ayuda de la fotógrafa de aquella tierra Sandra Alonso Suárez, hace actualidad aquellos días de impotencia, dolor, rabia y desolación… lo que nunca más debe suceder… en ningún lugar del planeta. Una llamada a la responsabilidad a las puertas del verano.

Dos brigadas anti-incendios con fuego detrás, es de Paco Rodríguez y fue un incendio en Bertamirans que es una localidad a nueve kilómetros de Santiago. © La Voz de Galicia.

Dos brigadas anti-incendios con fuego detrás, es de Paco Rodríguez y fue un incendio en Bertamirans que es una localidad a nueve kilómetros de Santiago. © La Voz de Galicia

Hombre intentado apagar el fuego con una manguera, es de Xoan A. Soler, y ocurrió en una parroquia llamada Ortoño también próxima a Santiago. © La Voz de Galicia

Hombre intentado apagar el fuego con una manguera, es de Xoan A. Soler, y ocurrió en una parroquia llamada Ortoño también próxima a Santiago. © La Voz de Galicia

Rios de cenizas y bosque quemado, es de Alvaro Ballesteros y es el bosque quemado cuando llueve y arrastra toda la materia vegetal y dejando los montes desnudos y sin vida. © La Voz de Galicia

Rios de cenizas y bosque quemado, es de Alvaro Ballesteros y es el bosque quemado cuando llueve y arrastra toda la materia vegetal y dejando los montes desnudos y sin vida. © La Voz de Galicia

Chica con el teléfono de la ducha intentando mojar los alrededores de su casa que está siendo cercada por las llamas que es de Sandra Alonso. © La Voz de Galicia

Chica con el teléfono de la ducha intentando mojar los alrededores de su casa que está siendo cercada por las llamas que es de Sandra Alonso. © La Voz de Galicia

“Es muy difícil expresar lo que sentí el pasado mes de agosto cuando las llamas asolaron los bosques gallegos. Uno de los veranos más cálidos en Galicia se convirtió en un infierno. Cada mañana te despertabas deseando que empezara a llover y que el fuerte viento del nordeste cesara. Hubo días en los que el número de incendios sobrepasó la centena. Era desolador ver como ardían los montes y como la gente impotente dejaba sus casas cubiertas de humo y cenizas sin saber que se encontrarían a su regreso. Luchemos para que algo así no vuelva a ocurrir.”

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