¿Estamos preparados para una cibercatástrofe?

Un mercado de Buenos Aires, iluminado con velas durante el apagón del pasado 16 de junio. Fuente de la imagen: El País. Carol Smiljan (NurPhoto / Getty Images)

Un mercado de Buenos Aires, iluminado con velas durante el apagón del pasado 16 de junio. Fuente de la imagen: El País. Carol Smiljan (NurPhoto / Getty Images)

Cierto es que la ciencia y la tecnología están contribuyendo a hacernos las cosas más fáciles cada día pero, también lo es, que contamos con riesgos y amenazas que hace tan solo un par de décadas eran inimaginables. Los ciudadanos del siglo XXI, creemos esta protegidos con los avances tecnológicos del momento. Ni siquiera nos planteamos que “lo tecnológico” pueda fallar y, llegado ese remoto y más que improbable caso, el Estado resolverá…; pero nada más lejos de la realidad, el Estado no tiene respuestas para todo lo que puede venir, entre otras consecuencias: problemas sociales de índole diversa y a todos los niveles (individual, familiar y comunitario), además de crisis en la esfera psíquica.

Las personas somos los primeros responsables de nosotros mismos, entre otras vertientes, de nuestra propia seguridad y salud. “Por eso, sería mucho mejor no ceder al ciberoptimismo y al ahorro de costes, y tener un plan de contingencia”. Así pues, ante un ataque cibernético de amplio alcance debemos preguntarnos cuál es nuestro plan personal y doméstico de afrontamiento. Parece claro que, “las personas más analógicas y más mayores se defenderían mejor, sobre todo aquellas que han vivido situaciones de escasez y que tienen conocimientos y habilidades que les permiten subsistir con poco”. Ya se vio en la guerra de los Balcanes; los ancianos, que habían vivido la II Guerra Mundial, afrontaron mejor la situación.

Las velas se siguen vendiendo.

De todo esto va el artículo Los más analógicos sobrevivirán al apagón, publicado el 7 de julio en El País.

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